Rabieta Por la Chiringa

El viernes pasado en la escuela de J había una actividad para los estudiantes. Tenían que llevar una chiringa (cometa, papalote, volantín) y a cierta hora irían a un espacio que hay en la escuela donde podían los chicos volar sus chiringas.

La ASE de J me había pedido que le comprara una a J y ella la volaría con él. A última hora ella no pudo estar con J pues la llamaron para una reunión, por cuestiones del trabajo, y Kimberly terminó acompañando a J.

Kimberly me llama y cuando contesto al fondo podía escuchar a J gritando. Kimberly me dice “mami aquí está J con una rabieta porque la chiringa no se quiere elevar”.

Cuando recibo estas llamadas me desespero pues estoy en otro lugar y no es mucho lo que puedo hacer. Me da pena con Kimberly cuando tiene que pasar por estas situaciones y déjenme decirles que le han tocado muchas rabietas de J.

Como hago siempre, pido que me pasen a J al teléfono. Por lo general los primero 3 minutos no son nada productivos pues yo por un lado tratando de hablarle a J y él por el otro lado gritando por el teléfono.

Me costó hacer varios intentos con voz suave y pausada diciéndole “J escúchame que quiero hablarte”. Cuando por fin logro que me preste atención pues le pregunté que ocurría. Comenzó a gritar nuevamente y a la vez diciendo “LA CHIRINGA NO QUIERO VOLAR”.

Le dije “J no te preocupes quédate tranquilo y vete con Kimberly para la terapia y luego compramos otra para volarla en casa”. Para colmo ya le tocaba a Kimberly llevarse a J pues tenia su terapia visual.

J se quedó gritando y Kimberly agarró el celular y me dice “está bien mami, Francis (madrina de J) llegó y me ayuda”.

Al rato me llama Kimberly y escucho a J feliz, le pregunté a Kimberly que como calmó a J y ella me dijo que por fin la condenada chiringa se elevó y J pudo volarla por unos minutos.

Pero ocurría otra cosa, los espejuelos de J no aparecían. J se quitó los espejuelos para ponerse las gafas de Kimberly, pues le molestaba el sol, y luego no sabían donde habían quedado los espejuelos.

Formaron un equipo de búsqueda, todo el mundo se movilizó a buscar los espejuelos y finalmente aparecieron enredados en la chiringa.

Cuando estaba hablando con J por teléfono, cuando J estaba gritando y llorando, escuché a un amiguito de J consolándolo. El chico le decía a J “no llores, no es nada. Por lo menos tú tienes una chiringa, yo no tengo ninguna”. No saben la ternura que me inspiró escuchar a ese chico consolando a J y a la vez me dio tristeza cuando dijo que no tenía chiringa.

Bueno por lo menos J pudo volar su chiringa aunque fuera por un ratito y todo terminó bien.

Aquí les dejo unas fotos de J con su chiringa luego de la rabieta.